viernes, 28 de noviembre de 2014

Habitación 305





Me temo que el sol será testigo de mi amargura. Amanece y la brisa marina roza mi cara con la misma suavidad con la que tú la acariciabas, con tus sedosos y dulces dedos mientras consumo el tiempo aquí, sentado en la terraza del hotel, nuestro hotel, observando el horizonte que se me quedó tan lejano. Donde el inmenso azul del mar lo hace todavía más distante.
No dejo de pensar en ti. Mi corazón está atrapado con fuertes cadenas que mi mente no es capaz de liberar. Tampoco lo deseo y por eso estoy aquí, recordando el último viaje que disfrutamos juntos. ¿Sabes? Es la misma habitación, donde nos amamos derrochando cascadas de pasión, de ese amor que solo es posible en las novelas de Kathleen Woodiwiss que tanto te gustaban. Aún tengo presente tu insistencia animándome a sumergirme en la lectura de una de ellas. Mira, “Una rosa en invierno”. Nunca pensé que me atrevería a leerla. Sí, no te rías que te conozco. ¡Uf! Me alivia tenerla entre mis manos cuando pienso que las tuyas deslizaban las páginas con esa delicadeza. Y, sí, reconozco que su lectura es apasionante. Me gusta. ¡Quién lo diría! ¿Verdad? Tú ya me conoces.
El sol ya ilumina con intensidad y me apoyo sobre la barandilla de la terraza al advertir cómo corretean algunos perros por la orilla de la playa bajo la atenta mirada de sus dueños. De nuevo un soplo de atemperado viento sopla removiendo mi escaso cabello. Los años no perdonan…
Apenas he dormido y aún siento una ligera resaca. Anoche, cenando, celebré, con unas copas de vino, nuestro 19 de mayo, como hace un año lo hicimos tú y yo y como lo hemos venido haciendo durante todos estos años. Le dije al camarero que pusiera otra copa y me miró extrañado. No tuve el valor de decirle que simplemente ese gesto no me haría sentir tan solo y poco a poco la botella fue bajando su nivel hasta llegar a quedar escasamente un dedo del suntuoso caldo.
Aún me pregunto qué hago aquí, y es que te siento aquí conmigo regalándome tus besos, tu alma, tu recuerdo. No puedo evitar dejar caer una lágrima por mi mejilla y respiro hondo el aroma del mar perfumado de ti, porque ahí estás tú, formando destellos de luz con las cenizas que esparcí en el mar como era tu deseo. Es ahora el mediterráneo tu casa, tu inmenso hogar y los peces danzan a tu alrededor con sus graciosos aleteos. Cómo envidio a las olas.
Amor mío. Cuánto te echo de menos. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas pero yo no les concedo la razón. Mi verdadera felicidad comenzó en la orilla de esta misma playa, que no paro de observar, cuando tu bonita sonrisa me embaucó, y tú lo sabes. Diez años de intenso amor, maduro, sincero, auténtico, que llenó mi vida y aunque esa mano negra, que batalló a traición contra tu salud hasta hacerla suya arrancándote de mi lado, no se atreverá en osar despojarme de esa plenitud que me diste y que conservaré hasta mi último aliento. Volvería a atravesar el mismo sendero de sombras que oscurecieron mi anterior destino volviéndolo gris si de nuevo reaparecieras y te cruzaras conmigo paseando por la arena, como aquella vez.
No soy nada sin ti y lo soy todo porque gracias a tu existencia fui y soy feliz aunque la pena me arrastre. Caminaré bajo el sol por esa bendita orilla intentando buscar tu mirada…


Por M. García Teirá

jueves, 27 de noviembre de 2014

El talento










El talento es una dulce y maravillosa desgracia que te señala con el dedo imaginario de eso que se llama creatividad y te lleva a una ansiada lucha interna que no puedes ni quieres abandonar hasta las últimas consecuencias.
Te marca lentamente con las heridas de la genialidad y el ingenio haciéndolas cada vez más profundas quemando el alma con la inofensiva llama de la sensibilidad.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Nuestros mayores

Se dice, se escribe, se lee que el ser humano ha nacido para ser feliz, pero estoy segura que el cerebro no es capaz de asimilar ese concepto porque si no, no entiendo ciertos comportamientos.
Nos empeñamos en arrinconar la vejez, algo por lo que, casi todos, tendremos que pasar y no valoramos.
La vejez puede ser fea, desagradable, injusta... pero es sabia y está por encima de esa juventud fresca y lozana, llena de ideas y ansia de vida.
Sí, porque sin la experiencia vivida la senda estaría vacía.

Nuestros mayores. No los ignores. No los rechaces. No los minusvalores... No lo merecen.


La nobleza

La persona noble es ese ser de calidad suprema como ser humano que no tiene ni debe renunciar a amar, porque "amar" es uno de los actos más bellos y desinteresados, con derecho a equivocarse. A pesar de todo la nobleza, divina cualidad, no es perfecta, por eso la hace tan especial.