El pan nuestro de cada día. Está en todas partes. Permanece
perenne en las capas más profundas de la piel. Compañera fiel. Amiga de las
frustraciones. Triste sostén emocional…
Mi espalda ya no soporta tanta carga. No deseo reír cuando
mis ojos gritan de rabia aguantando las lágrimas. No deseo llorar tras
malintencionadas palabras que buscan herir mis sentimientos cuando muestro
alegría esbozando una esplendorosa sonrisa que agobia a quien no lo soporta. No
deseo aguantar a quien nada me aporta acotando mi libertad. No deseo
transformar mi rostro en un gesto amable que no siento poniendo en evidencia la
verdad. No, no lo deseo.
Pero los deseos se vuelven efímeros, transparentes,
fugaces, y volverán al lugar al que pertenecen dejando paso, por un ancho y
amplio sendero, a la sagaz farsa que se aposenta cómodamente en el transcurso
de la vida manejando a su antojo la voluntad hasta dejarla agonizar.
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